Escuelas sin celulares el detox que los salones de sus hijos necesitaban desde la secundaria hasta la universidad. Tomen nota.
Vamos a ponerlo sobre la mesa: ¿cuántos de nosotros podríamos sobrevivir una hora sin mirar el celular? Y ahora, imaginen tener 14 años, estar atrapados en una clase de química, con un TikTok pendiente de notificación y el grupo de WhatsApp de los amigos a todo, pero ¿qué pasaría si regresáramos a las escuelas sin celulares?.
El equilibrio es básico
El equilibrio entre estudiar y resistir el scroll eterno es una batalla perdida desde que se inventó el Wi-Fi. Por eso, el debate sobre las escuelas sin celulares no es cosa de adultos que piensan que todo en su tiempo era mejor, sino de lógica pura y dura.
Y ojo, no estamos aquí para declarar la guerra al internet ni pedir el regreso a las enciclopedias de 20 tomos. Sabemos que la tecnología es parte de nuestras vidas —la usamos para trabajar, aprender, pedir comida y hasta encontrar el amor (gracias, algoritmos). Pero cuando se trata del rendimiento escolar, hay señales de alerta que ya no podemos ignorar.
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Así los datos sobre los hijos y los celulares
En la última década, los resultados de los estudiantes en las pruebas PISA —esas evaluaciones internacionales que miden matemáticas, lectura y ciencias en jóvenes de 15 años— han venido en picada.
Y no hablamos de caídas tímidas, sino de desplomes olímpicos: los estudiantes mexicanos retrocedieron 14 puntos en matemáticas, 9 en lectura y 5 en ciencias comparado con 2018. Si consideramos que el 92% de los estudiantes mexicanos tienen acceso a un celular con internet, según datos del INEGI, y que gran parte del uso de la tecnología en clase no siempre está bien regulado ni enfocado al aprendizaje, la correlación empieza a verse más clara: más pantalla no necesariamente significa más aprendizaje.
No se trata de que la tecnología sea mala, sino de que estamos abusando o aplicándola mal. La clave está en el equilibrio, y claramente lo hemos perdido. Pero… ¿quitar los celulares de la escuela no es demasiado radical?
Escuelas sin celulares ¿castigo o beneficio?
Nosotras también lo pensamos. Al principio suena a castigo medieval: “¡Silencio! ¡Fuera pantallas!”. Pero si lo miramos con otros ojos, puede ser justo lo que necesitamos para resetear el sistema. Porque lo que está en juego no es solo una nota de matemáticas, sino la capacidad de atención, la concentración y el aprendizaje real.
Piénsenlo: en un mundo donde todo compite por nuestra atención —noticias, memes, videos de 10 segundos—, pedirle a un adolescente que mantenga la mente fija en una clase sin distracciones es como pedirle a alguien que vea una película de tres horas sin revisar el celular. Y encima que la película sea en blanco y negro. En francés.
Por eso, las escuelas sin celulares no son una cárcel digital, sino un espacio que nos protege de nosotros mismos. Un paréntesis donde podemos pensar sin interrupciones, mirar al profesor sin tener que dividir la vista con la pantalla y —locura total— hablar cara a cara con nuestros compañeros.
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¿Y si en vez de castigo, lo vemos como un detox?
Seamos realistas: lo de “multitaskear” es un mito. No, no podemos aprender ecuaciones y contestar mensajes a la vez. Lo que hacemos es cambiar de foco rápidamente y cansarnos el triple. Por eso, las escuelas que apuestan por eliminar o restringir el uso de celulares están creando algo más valioso que una clase sin interrupciones: están recuperando el foco, la atención plena, el famoso “aquí y ahora”.
Imaginen un salón donde el único ping que suena es el del cambio de clase. Donde no hay que esconder el celular como si fuera una operación encubierta. Donde podemos escribir sin autocorrector y resolver dudas sin preguntarle a chat gpt antes que al profe. Un salón donde aprender no compite con las notificaciones. Suena casi utópico, ¿no?
Y esto no significa volver a la edad media
No estamos diciendo que haya que prohibir todo lo digital, ni que la única forma de aprender sea con gis y pizarrón. La tecnología puede ser aliada cuando se usa con intención, en momentos puntuales y con un propósito claro. Pero si se convierte en la norma, si está todo el tiempo invadiendo el aula, el aprendizaje se diluye.
Entonces, ¿escuelas sin celulares? Sí, gracias.
Apostamos por espacios donde los estudiantes puedan reconectar con la atención, con el silencio, con el tiempo sin interrupciones. Porque si algo nos está enseñando esta era de hiperconectividad es que desconectarnos un rato puede ser justo lo que más necesitamos.
Así que, a ustedes que están leyendo esto con tres pestañas abiertas y el celular al lado (los conocemos), les dejamos esta idea: tal vez lo más revolucionario hoy sea simplemente concentrarse. Y si eso empieza en la escuela, mejor todavía.