¿Alguna vez se han sentido como un fraude a pesar de sus éxitos? ¿O piensan que sus logros son por pura casualidad? Viene Mario Guerra a explicarnos por qué hasta los más talentosos pueden sentirse como todo un fracaso por el síndrome del impostor.
¿Qué es el síndrome del impostor?
Imagina que acabas de recibir un ascenso. En lugar de celebrar, te invade el pánico. ‘¿Y si descubren que no soy tan bueno como creen?’ Eso es el síndrome del impostor en acción. Es esa vocecita en tu cabeza que te dice que no mereces tus logros, que todo ha sido suerte o que en cualquier momento alguien va a ‘descubrir’ que no eres tan capaz como aparentas.
Este fenómeno se identificó en los años 70, pero seguro que existe desde que el ser humano empezó a compararse con sus vecinos. Afecta a todo tipo de personas, desde estudiantes hasta ejecutivos de alto nivel. Y aquí viene lo sorprendente: se estima que el 70% de las personas experimentarán al menos un episodio de este fenómeno en algún momento de sus vidas.
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¿De dónde viene?
El síndrome del impostor, aunque no es formalmente una entidad clínica de diagnóstico, no aparece de la nada. Tiene raíces profundas en nuestra psicología y en cómo nos desarrollamos como individuos. Vamos a explorar sus orígenes:
- Experiencias tempranas: Muchas veces, este síndrome tiene su origen en la infancia. Si creciste en un ambiente donde el éxito se daba por sentado o donde los elogios eran escasos, es posible que hayas desarrollado la creencia de que nunca eres lo suficientemente bueno.
- Presión social y estereotipos: Vivimos en una sociedad que valora el éxito y la productividad. Si perteneces a un grupo subrepresentado en tu campo, puedes sentir una presión adicional para ‘demostrar tu valía’.
- Personalidad perfeccionista: Algunas personas tienen una tendencia natural hacia el perfeccionismo. Esto puede llevar a establecer estándares imposiblemente altos para sí mismos.
- La paradoja de la competencia: Cuanto más sabes sobre un tema, más consciente eres de lo mucho que aún queda por aprender. Esto puede hacer que te sientas menos competente, aunque en realidad seas más experto.
- La cultura del ‘siempre ocupado’: En un mundo que glorifica el trabajo duro y el sacrificio, sentir que las cosas vienen ‘fácilmente’ puede hacerte cuestionar tu valía.
- Cambios rápidos en la carrera: Si has experimentado un ascenso rápido o un cambio significativo en tu carrera, puedes sentir que no has ‘ganado’ tu posición, aunque tus habilidades digan lo contrario.
- La trampa de la comparación: Las redes sociales y la hiperconectividad nos permiten compararnos constantemente con los demás. Vemos los éxitos de otros, pero no sus luchas, lo que puede alimentar nuestros sentimientos de inadecuación.
Una nueva e interesante explicación a este fenómeno
Aquí viene lo interesante. ¿Y si ser realmente bueno en algo te hiciera más propenso a sentirte un impostor? Suena contradictorio, ¿verdad? Pero piénsalo: cuando algo se te da muy bien de forma natural, puede parecerte tan fácil que crees que no tiene valor.
Ya seas alguien muy bueno con los números, razonando, en los deportes o la música, tal vez tu habilidad o talento innato te haga sentir que no te representa ningún esfuerzo hacer lo que haces porque te sale natural. Si a esto le sumamos la cultura del sacrificio o el «trabajo duro», tenemos los componentes perfectos para sentirte un fraude o un impostor. ¿Por qué?
Desde pequeños, nos han inculcado la idea de que el valor está en el esfuerzo visible, en «el sudor de la frente». Pero, ¿qué pasa cuando eres naturalmente talentoso en algo? Cuando las soluciones te llegan con facilidad, puede surgir una desconexión entre tu concepto de mérito y la realidad de tus habilidades naturales.
Esta discrepancia puede ser una fuente importante del síndrome del impostor. Nos hace cuestionar si realmente merecemos el reconocimiento que recibimos, simplemente porque no sentimos que hayamos «luchado lo suficiente» para lograrlo.
Por eso es muy importante reconocer que el valor no siempre está en el esfuerzo visible, sino en el resultado. Tu facilidad para hacer algo no disminuye su valor; de hecho, puede aumentarlo. El verdadero desafío está en reconciliar nuestras habilidades naturales con las expectativas sociales sobre cómo se debe lograr el éxito.
Así que la próxima vez que te sientas como un impostor porque algo te resulta «demasiado fácil», recuerda: tu talento no es un accidente. Es el resultado de experiencia, aprendizaje y desarrollo de habilidades, aunque no siempre seas consciente de ello. El mérito no está solo en el sudor, sino también en la capacidad de lograr resultados excepcionales, independientemente de cuánto esfuerzo visible implique.
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Los cinco tipos de síndrome del impostor, ¿cuál es el tuyo?
La Dra. Valerie Young, experta en el tema, ha identificado cinco tipos principales. ¿Te identificas con alguno?
- El Perfeccionista: Si no es perfecto, no es suficiente. Crees que podrías haberlo hecho mejor, sin importar cuán bien lo hayas hecho.
- El Experto: Sientes que deberías saberlo todo. Si hay algo que no sabes, temes que te ‘descubran’ como un fraude.
- El Genio Natural: Si no lo consigues a la primera o te cuesta aprender algo nuevo, sientes que no eres lo suficientemente bueno.
- El Solitario: Pedir ayuda es un signo de debilidad. Si no puedes hacerlo solo, ¿realmente mereces el éxito?
- El Superhéroe: Sientes que debes ser el mejor en todos los aspectos de tu vida. Si no destacas en todo, eres un fraude.
¿Cómo saber si lo padeces?
- ¿Te obsesionas con los más mínimos errores en tu trabajo?
- ¿Atribuyes tu éxito a la suerte o factores externos?
- ¿Eres hipersensible incluso a las críticas constructivas?
- ¿Sientes que inevitablemente te descubrirán como un fraude?
- ¿Minimizas tu propia experiencia, incluso en áreas donde realmente eres más hábil que otros?
Si respondiste que sí a varias de estas preguntas, es posible que estés experimentando el síndrome del impostor.
¿Cómo nos afecta?
- Estrés constante: Es como tener un crítico implacable en tu cabeza 24/7.
- Dificultad para aceptar elogios: Te dicen ‘buen trabajo’ y tu respuesta interna es
“Si supieran…” - Sobreesfuerzo: Trabajas horas extra para ‘compensar’ tu supuesta falta de habilidad.
- Miedo a nuevos desafíos: Rechazas oportunidades por temor a quedar en evidencia.
- Estancamiento: Paradójicamente, tu miedo al fracaso te impide alcanzar tu verdadero potencial.
¿Qué podemos hacer para evitar el síndrome del impostor?
- Lleva un registro de logros: Lleva un ‘diario de éxitos’. Revísalo cuando la duda te invada.
- Revalora tus habilidades: Que algo se te dé fácil no lo hace menos valioso. ¡Es tu superpoder!
- Habla de cómo te sientes: Comparte tus sentimientos. Te sorprenderá cuánta gente se identifica.
- Establece metas realistas: Celebra tus logros, por pequeños que sean.
- Sé amable contigo mismo: Habla contigo como lo harías con tu mejor amigo.
- Reconoce el valor de tu talento o habilidad: Presta atención a cómo resuelves problemas. Puede que para ti sea ‘obvio’, pero es tu talento en acción.
- Humildad y gratitud: Para aceptar que aquellos que te felicitan, admiran y reconocen, puede que tengan la razón y no son un montón de tontos que los engañas con tu falsa aptitud. Así como puede ser grosero rechazar un regalo, rechazar un reconocimiento, así sea internamente, es desvalorizar la opinión de la otra persona.
Reflexión final
El síndrome del impostor no es algo que se ‘cura’ de la noche a la mañana. Es más bien algo con lo que aprendes a lidiar. La clave está en reconocer estos sentimientos cuando aparecen y recordar que ser bueno en algo, incluso si te resulta fácil, no te hace un impostor. Te hace talentoso. Así que la próxima vez que esa vocecita interna empiece con sus dudas, sonríe y dile: ‘Gracias por tu opinión, pero yo sé lo que valgo’.
Especialista: Mario Guerra. Tanatólogo, conferencista y Business Coach.
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